Salinas marinas, espacios para la protección de la naturaleza

El 16 de marzo de 1972, en mitad de su exilio en Madrid, el general argentino Juan Domingo Perón pronunció un solemne discurso alertando sobre la dinámica de destrucción del medio ambiente emprendida por el planeta.

«Ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobreestimación de la tecnología. Es necesario revertir de inmediato la dirección de esa marcha, a través de una acción mancomunada internacional», dijo Perón.

El discurso emocionó tanto al entonces secretario general de la ONU, Kurt Waldheim, que ese mismo año promovió la instauración del Día Mundial de la Protección de la Naturaleza, que desde entonces se conmemora cada 18 de octubre con el objetivo de crear conciencia en la población sobre la necesidad de cuidar la naturaleza que nos rodea, uno de los objetivos transversales de la Agenda 2030 de la ONU.

Desde Salimar, cómo no, queremos sumarnos a esta efeméride. Y no lo hacemos desde la teórica y la retórica, sino que unimos nuestra fuerza a esta reivindicación desde la práctica. No en vano, las salinas marinas españolas que forman parte de Salimar son un ejemplo claro de protección de la naturaleza. Y lo son en muchos sentidos, pero nos gustaría destacar sobre todo tres:

En primer lugar, porque para la producción de nuestro producto, la sal marina, sólo utilizamos fuentes energéticas renovables. Cabe recordar que la sal marina es el paradigma de producto ecológico ya que para su producción, en un proceso basado en la evaporación de agua del mar en lagunas de gran extensión y poca profundidad, sólo hace falta una materia prima: el agua del mar; y dos fuentes de energía: el sol y el viento. El primero, el sol, actúa como calentador del agua; mientras que el segundo, el viento, se encarga de retirar el vapor de agua que se eleva sobre las lagunas.

En segundo lugar, por la extraordinaria relación bidireccional que mantiene la industria salinera con la naturaleza. Y es que el proceso de producción de sal marina crea un ecosistema maravilloso que a su vez retroalimenta la producción salina, creando así una simbiosis perfecta entre industria y naturaleza, de forma que la una sin la otra no existiría. El trabajo salinero, contribuye por tanto a la preservación de la flora y fauna autóctonas -entre ella muchas aves en peligro de extinción– y es, por sí solo, una garantía de conservación de la biodiversidad y un ejemplo paradigmático de industria verde y sostenible que preserva y enriquece el medio ambiente.

Y en tercer lugar porque, además de todo ello, las salinas marinas, con su sola presencia y actividad, contribuyen a la protección del suelo del litoral español y a la lucha contra la desertificación de los terrenos sobre los que están asentadas; y actúan como elemento protector de la costa contra la especulación urbanística. Un muro de contención para el mantenimiento de la biodiversidad de un ecosistema rico y lleno de vida. Una garantía para la protección de la naturaleza.