Salinas marinas, promotoras del desarrollo en zonas rurales

Hoy 2 de octubre se celebra el Día Mundial del Hábitat, una efeméride que la ONU proclamó en 1985 en un contexto de emigración masiva hacia las ciudades y abandono de los entornos rurales que no ha dejado de crecer desde entonces. No en vano, según datos del Banco Mundial, en la actualidad alrededor del 56 % de la población mundial —más de 4.400 millones de habitantes— vive ya en ciudades, un porcentaje que según todos los indicadores no dejará de crecer hasta alcanzar para 2050 el 70%.

Tomando como base ese escenario y aprovechando la efeméride, desde Salimar queremos reivindicar el trabajo salinero como promotor del desarrollo en zonas rurales. El 1 de enero de 2022 entró en aplicación el Reglamento Europeo 2018/848 sobre producción ecológica y etiquetado de los productos ecológicos, que incluía por primera vez a la sal marina entre los productos que se pueden certificar como tales. Su incorporación, como menciona el reglamento, está totalmente alineada con los principios del Día Mundial del Hábitat, ya que ésta se produce, citamos literalmente, “por cuanto ésta puede ser producida con técnicas naturales y porque su producción contribuye al desarrollo de las zonas rurales, adecuándose por tanto a los objetivos del reglamento”.

Y no solo eso: además, la actividad salinera, igual que ocurre con la agrícola, se basa muchas veces en la difusión intergeneracional de conocimientos (a veces centenarios). Algunas técnicas y herramientas pasan de padres a hijos, de generación en generación, configurando un conocimiento muy valioso que sienta las bases de los oficios tradicionales. Oficios como el de aguatajos (también conocido como canalero o guardabalsas), una figura que se encarga de supervisar que los niveles de salinidad de las lagunas sean óptimos para que cristalice la sal.

Pero es que, además, si hablamos de hábitats, es imposible no reivindicar la extraordinaria relación bidireccional que mantiene la industria salinera con la naturaleza. Y es que el proceso de producción de sal marina crea un ecosistema maravilloso que a su vez retroalimenta la producción salina, creando así una simbiosis perfecta entre industria y naturaleza, de forma que la una sin la otra no existiría. El trabajo salinero, contribuye por tanto a la preservación de la fauna y la flora autóctonas y es, por sí solo, una garantía de conservación de la biodiversidad y de preservación y enriquecimiento del medio ambiente y de los entornos rurales. No hay que olvidar en este sentido, por cierto, que las cinco salineras marinas que forman SALIMAR (Marítima de Sales, Infosa, Salinas d’Es Trenc, Salinera Española y Bras del Port) están ubicadas en preciosos parajes protegidos por su condición de Parques Naturales.