El ciclo de la vida en las salinas: cómo los microorganismos contribuyen a la producción de sal

En el último post del blog hablábamos del proceso natural de producción de sal marina y de cómo el agua del mar va aumentando su grado de concentración de sales en disolución -grados Baumé (Bé)- en los “concentradores” gracias a la acción del sol y del viento, hasta que llega a los “cristalizadores”, donde precipita el cloruro sódico.

En las primeras lagunas a las que entra el agua del mar las concentraciones de sales en disolución son menores, lo que permite encontrar una mayor biodiversidad, con presencia de numerosas especies de aves, peces y plantas.

La fauna aviforme de las salinas marinas acoge ejemplares tan icónicos como el flamenco, la gaviota, el cormorán, la garza, el charracito o la cigüeñuela. No hay que olvidar que la localización geográfica de la mayoría de las salinas marinas españolas coincide con rutas migratorias de aves, por lo que estos humedales juegan un papel clave en la preservación de la biodiversidad. Se suman a estos habitantes las especies acuáticas, entre las que destacan el fartet (endémico de los humedales valencianos), la dorada y el mújol. Finalmente, la flora salinera acoge plantas muy características como el limonium y los carrizales.

La importancia de la vida microscópica

Conforme aumenta la concentración de sales en las lagunas, las condiciones del hábitat se vuelven mucho más restrictivas para la vida animal y vegetal. Entonces se abre paso la vida microscópica halófila, habitada por microorganismos que tienen la capacidad de vivir en ambientes con grandes concentraciones de sales.

Estos microorganismos son los responsables de la preciosa gama de colores que se puede disfrutar en los paisajes salineros. Una gama de colores que va del verde profundo al rosa más intenso y cuya paleta cromática es un milagro de la naturaleza.

No en vano, los microorganismos extremófilos (bacterias, arqueas y algas capaces de sobrevivir en ambientes extremos) son los que tiñen el agua con el color rosado tan característico de las lagunas donde cristaliza la sal, ya que poseen un pigmento (carotenoide) a través del cual obtienen la energía que necesitan para sobrevivir.

Cuando la salinidad alcanza su punto más álgido hasta estos microorganismos desaparecen. Sin embargo, su presencia previa ha sido clave para la producción de sal ya que esta tonalidad rosada que aportan oscurece el agua, elevando su temperatura por encima de la del ambiente, favoreciendo de esta forma la evaporación e incrementando la productividad de las salinas. Se genera así una simbiosis industria-naturaleza única de manera que la una sin la otra no existiría.

Estos diminutos microorganismos, además, juegan otro papel fundamental: son la base alimenticia de los invertebrados que habitan estos humedales, como el crustáceo conocido como Artemia salina que, a su vez, forma parte de la dieta de numerosas aves y peces típicos de salinas, dando lugar así a una gran cadena trófica. En definitiva, el ciclo de la vida de las salinas marinas.