Arte y sal marina

El próximo 15 de abril, coincidiendo con el día de nacimiento de Leonardo da Vinci (15 de abril de 1452), se celebrará el Día Internacional del Arte, una efeméride que rinde homenaje a una de las formas más elevadas de expresión humana. Esta actividad estética, que nos diferencia de otras especies, y cuyos orígenes se remontan al Homo sapiens, ha evolucionado de la mano de la sociedad. Su finalidad ha ido moviéndose desde la función ritual, mágica o religiosa, propia del arte paleolítico, pasando por la función social, cultural, pedagógica hacia la dimensión meramente decorativa que alcanza hoy en día en muchos casos.

La sal marina y los espacios en los que se produce no han sido ajenos al arte y al interés de los artistas. No hace falta irse muy lejos en el tiempo y el espacio para comprobarlo. Un ejemplo lo encontramos en la obra de la artista multidisciplinar madrileña Bárbara Fluxá, que hace apenas un año presentaba la exposición El capítulo del mar(NaCl+H2O), compuesta por vídeo, escultura, dibujo, pintura y otros elementos e inspirada en las Salinas de Santa Pola, donde realizan sus trabajos nuestros compañeros de Bras del Port. La exposición, enmarcada en un proyecto más amplio denominado ‘Capital Natural’, pretende mostrar cómo la actividad extractiva de las industrias salineras marinas convierte el territorio en el que realizan su labor en un paisaje natural protegido por la gran riqueza y diversidad ecológica que su estructura y dinámicas genera, lo que lleva a los entornos en los que se produce la sal marina a su clasificación como parques naturales protegidos. Nuestra reivindicación de la simbiosis entre industria salinera y naturaleza, hecha arte.

Otro ejemplo es el de la pintora sevillana Carmen Laffón (1934), que está recorriendo muchos museos de España con uno de sus últimos trabajos, La sal, una muestra de más de treinta pinturas de gran formato centradas en los paisajes de las salinas de Bonanza, en San Lucar de Barrameda, Cádiz. Una treintena de imágenes bellísimas y realistas, marcadas por el blanco, en las que se mezclan montañas de sal y los circuitos de lagunas en los que se produce nuestro oro blanco.

Un carácter mucho más reivindicativo tuvo la obra, también reciente, de la artista grancanaria Luna Bengoechea, que en los últimos meses ha realizado una serie de acciones artísticas y de gran impacto visual en distintos espacios de producción salinera de las Islas Canarias para reivindicar su protección. Con la sal como único elemento, Bengoechea reproduce en tamaño gigante (para ser apreciado realmente a vuelo de pájaro) una serie de especies propias de la fauna de las salinas para recordar, como hacemos desde Salimar siempre que podemos, el importante impacto que tiene el trabajo salinero en la generación de ecosistemas y en el mantenimiento de la biodiversidad.

Pero si hay un artista internacionalmente conocido que ha hecho carrera por su trabajo con la sal ese es el japonés Motoi Yamamoto. Y no nos debe extrañar que sea nipón, ya que en el país del sol naciente la sal tiene un significado muy importante y simbólico en los ritos funerarios. Es más, la obra de Yamamoto tiene su origen precisamente en una muerte: la de su hermana, que falleció muy joven, a los 24 años de vida, víctima de un cáncer cerebral. Las esculturas laberínticas de gran tamaño creadas por el artista japonés con sal representan la naturaleza (campos, mares, hojas, jardines…) y son un trabajo de orfebrería, una oda a la paciencia y a la meticulosidad, un homenaje a su hermana en forma de esculturas que evocan recuerdos vividos juntos; un medio de expresión y un lenguaje propios para canalizar el duelo que atrapa a los visitantes de cualquier rincón del mundo por su belleza y por la emotividad y el mensaje que esconden cada una de sus esculturas.