Así evita la sal marina que la nieve se convierta en hielo

Cada tercer domingo de enero se celebra el Día Mundial de la Nieve (World Snow Day), una efeméride proclamada por la Federación Internacional de Esquí con el objetivo de promocionar los deportes blancos y el disfrute de la naturaleza. Y es que hay pocas cosas más bellas y salvajes que la naturaleza cuando es invadida y decorada de blanco por la nieve. ¡Así que a promocionarla y visibilizarla!

No se quedan atrás en belleza las ciudades, por cierto, cuando sus calles se tiñen de blanco por una nevada. El año pasado vimos auténticas postales tras el paso de Filomena, que dejó copiosas nevadas en rincones de España poco acostumbrados a ver cuajar la nieve. El temporal y esas copiosas nevadas, que paralizaron durante días ciudades enteras, pusieron en primer plano informativo a las salinas marinas españolas por un uso relativamente desconocido de nuestro oro blando. Y ello pese a que cada año, alrededor del 20% de las cerca de 720.000 toneladas de sal marina que producen las cinco salineras que forman nuestra asociación, se dedica al deshielo de las carreteras.

Desde hace semanas, por el temor a una nueva Filomena y por las nevadas y heladas que se producen habitualmente en determinados puntos de España, los medios ya han empezado a hacerse eco de cómo comunidades autónomas, provincias, ciudades y municipios se abastecen de sal marina para hacer frente a las nevadas y, muy especialmente, para evitar la formación de hielo que pueda poner en peligro a los automóviles y peatones que circulan por ellas.

Pero, ¿por qué se tira sal a las carreteras cuando nieva? Al contrario de lo que mucha gente sigue pensando, la sal no derrite el hielo. De hecho, si se esparce por calles y carreteras antes de nevadas y heladas no es para derretir esa nieve y ese hielo, sino para evitar la conversión de la nieve en placas de hielo en las carreteras. Es decir, la sal no derrite el hielo, lo que hace es evitar su formación.

¿Y cómo consigue esto la sal marina?, os preguntaréis. La respuesta tiene mucho de ciencia, pero creemos que es comprensible. A una presión atmosférica normal el agua se congela a 0ºC. Sin embargo, cuando disolvemos la sal marina en agua, ésta hace que la temperatura necesaria para congelar el agua descienda por debajo de los 0º. Dependiendo de la cantidad de sal disuelta por litro de agua, esa temperatura puede llegar hasta los -21ºC, lo que casi hace imposible la formación de hielo.

Por eso, y no por otra cosa, es habitual ver cómo se esparce sal por calles y carreteras cuando acaba de nevar, justo antes de que se forme el hielo. Es en ese momento cuando la sal marina juega un papel fundamental para evitar heladas que puedan poner en peligro la integridad de las personas.