Un arcoíris de sal marina de colores: una manualidad atemporal para nostálgicos de la EGB

Que levante la mano quien no haya hecho alguna vez durante su infancia un arcoíris de sal de colores. Nos referimos a esos a los que dábamos forma durante los años de preescolar y los primeros cursos de EGB (qué vintage suena todo, ¿verdad?) dentro de frascos de cristal que luego decoraban nuestras habitaciones durante años… ¡Incluso las cocinas y los salones de las casas de nuestros padres! Pues bien, ha llegado el momento de compartir el secreto con nuestros hijos e hijas y de llenar de sal los impolutos suelos de nuestras casas. ¡Toca arremangarse! O tomar nota para los días de nuevo confinamiento que puede que estén a punto de llegar…

¿Qué necesitamos?

¿Qué necesitamos para hacer un arcoíris de sal marina?

-Sal marina fina, natural y evidentemente.

-Tizas de pizarra de varios colores.

-Un cuchillo que no corte mucho para rascar las tizas.

-Un embudo.

-Servilletas (una por color de tiza)

-Un tarro de cristal con tapa.

¿Cómo lo creamos?

El proceso para la creación de nuestro arcoíris de sal marina es bien sencillo.

En primer lugar, vamos a colocar sobre la mesa tantas servilletas como colores de tiza tengamos. ¿Probamos, por ejemplo, con básicos como amarillo, azul, verde, rojo, blanco y morado? Encima de cada una de las servilletas iremos rascando la tiza de un color con el cuchillo hasta que consigamos convertir esa tiza en una especie de polvillo de color.

Bien, ya tenemos, por ejemplo, seis servilletas con seis montañitas de polvillo de color diferentes. Ahora, encima de cada una de esas montañitas de color iremos añadiendo poco a poco sal marina fina y mezclando ésta con el polvillo de la tiza. Como veréis, la sal va adquiriendo poco a poco el color de ese polvillo como si fuese un truco de magia. ¿Cuánta sal echar? Hay que ir viéndolo en cada caso, pero el truco es ir echando mientras absorba el color y se quede bien teñida. Por eso lo de echar poco a poco.

Cuando ya tengamos la sal marina bien teñida con cada uno de los colores es el momento de recurrir al tarro de cristal y, con la ayuda de un pequeño embudo, ir tirando la sal en su interior, cada vez la de un color, haciendo diferentes capas de tamaños más o menos similares. En este paso es fundamental llenar el tarro hasta su límite máximo, hasta que no quepa más sal, antes de cerrarlo. Esto nos asegurará que la sal de colores queda compactada, no se mueve y, por tanto, no se mezcla aunque movamos el tarro, generando esa sensación de arcoíris.

Todo listo. Ya tenemos nuestro propio arcoíris de sal marina para decorar nuestra habitación o el salón de casa de los padres o abuelos. Seguro que al verlo les entra una nostalgia maravillosa de sus años de infancia.


*La foto que acompaña a este artículo es de la web daledetalles.com